
Un tipo duro, un aspecto imponente, un vino a su altura.

Loquillo es mucho más que un cantante de rock and roll al uso. Su estética combina el cuero de macarra de barrio con el dandy de traje de corte impecable y sombrero de ganster, pero sus intereses van más allá de la música. Desde hace años vecino de Laguardia, en Rioja Alavesa, se ha visto atrapado por el paisaje extremo de la zona, donde el vino es omnipresente.
Entre cepas no hay dobleces, pero sí poesía. Loquillo, experto en la observación y la espera, ha ido arrimándose con cautela y respeto a este mundo marcado por los ciclos vegetativos. Como en sus canciones y en su vida, está espera le ha servido para atacar, pero en esta ocasión con placer.
Trabajador incombustible, disciplinado y tenaz, ha permanecido treinta años en el panorama de la música del país sin dejar de sorprender a nadie. Ni a sus fans a los que ha paseado por gran parte de los estilos del rock, ni a sus detractores que son muchos y feroces, rompiéndoles los esquemas una y otra vez con sus múltiples facetas, sus cambios de sentido, sus salidas de tono y sus aventuras extra musicales. Aquí tenéis el mejor ejemplo.